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EL CAFETAL…A VECES TAMBIÉN SIRVE PARA REFLEXIONAR…

Escrito por Isabel Garbanzo


Sábado de madrugada y la melodía de la alarma me recuerda la tarea del día. El sol aún no asoma, pero ya están listas unas tortillas palmeadas, arroz, frijolitos molidos y torta de huevo de gallina feliz. Todo dispuesto en una hoja de banano que, tomando forma de sobre, dará un sabor muy particular a un delicioso almuerzo. Y en el termo, un delicioso café chorreado.



Destino final: Barroeta de Atenas, 47 kilómetros por recorrer. Una vez allá, sombrero de lona, botas de hule, cinturón de saco de gangoche que dará un abrazo completo y firme sostén al canasto. La mente y el cuerpo plenos de entusiasmo, los dedos empiezan a desnudar, una a una las bandolas, que no tienen opción posible más que entregar todos y cada uno de sus rojos granos. Uno a uno, centenar por centenar van cayendo al canasto, emanando un dulce y suave aroma que embriaga los sentidos. El ritual se repite una y otra vez, hasta lograr la anhelada cajuela que irá directo al saco, y que más tarde conformará la matemática de unas cuantas fanegas.

De mis vecinos de “calle” en el cafetal -los peones- escucho anécdotas, chistes, comentarios de la más diversa índole, canciones. También me doy tiempo para contemplar su ilusión, su empeño, su esfuerzo y su valentía en el ejercicio de una tarea que considero ardua, delicada, pero sobre todo muy respetable. Ganarse la vida “cogiendo” café es de admirar.

Un sábado en el cafetal es un día muy distinto a mis rutinas de sábado, mismo que permito una, o quizá, dos veces al año. El encanto que genera en mí el campo es bastante particular, ya que el contacto con las plantas y los aromas de los frutos me llevan a una diversidad inimaginable de reflexiones.

En esta ocasión pensaba cómo las crisis, ya sean de índole económico, de salud, de relaciones laborales, de convivencias, o personales, vienen a sacarnos de nuestra zona de confort y a recordarnos que lo único seguro en la vida es el cambio constante y, por ende, debemos tener flexibilidad y anuencia para abrazar el cambio en vez de resistirnos a él. Las crisis, de cualquier índole que sea están ahí para enseñarnos algo


y aprehender la lección y salir de ellas fortalecidos.

A alguno de mis pacientes la crisis económica y sanitaria, en la que estamos inmersos desde marzo de este año, le cayó como anillo al dedo ya que le posibilitó disminuir el agitado ritmo de trabajo en que vivía, y dedicarse tiempo para elaborar lo más doloroso de una reciente perdida amorosa. A otro le dio empuje para decidir de una vez por todas poner un punto final a esa relación que ya no iba más, y a algún otro le ha venido a despertar sus más escondidos temores. Algunos otros han aprendido a valorar el ser más que el tener. Es así como en medio de la pandemia, de una u otra manera, van viendo, comprendiendo y concluyendo, según el tramo del trayecto que al momento llevan recorrido.

Deseo que cada quien, en su tiempo y lugar pueda darse permiso de posibilitar esos espacios que le lleven a la reflexión y a invertir energía en abrazar el cambio en vez de, inútilmente, resistirse a él.

psicóloga – psicoanalista y consultora de RRHH para pequeñas empresas

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