Escrito por Nicole Loynaz
Hay veces que como mujeres nos podemos querer esmerar para ser una buena mujer para nuestra pareja. Y no hay nada de malo con tener gestos de amor hacia el otro, pero hay una dinámica en la que suelen caer muchas mujeres que puede tornarse peligrosa, la de ser “la mujer perfecta” para el otro.
Se trata de una dinámica donde la mujer toma un rol en función de su pareja. Donde puede modificar su personalidad de manera que se adapte a los intereses y gustos de la pareja con la que está. Se interesa por los hobbies de su pareja de manera que ella los empieza a practicar y los convierte en sus propios intereses. Puede cambiar su forma de vestir conforme conoce lo que al otro le atrae. Puede modificar sus círculos sociales para que calcen con los círculos sociales del otro. Su objetivo principal es ser deseada por este otro y hace todo su esfuerzo por ser “la mujer perfecta” para él.
La vida, entonces, empieza a girar en relación únicamente a la pareja. Aquí la palabra peligrosa es “únicamente”. Muchas veces podemos tener algún grado de estos comportamientos, más si nos encontramos en una relación que nos interesa sostener. Pero el hecho de que la vida gire al rededor de una sola persona, tiene sus repercusiones.
Si se cae en el rol de tratar de sostener la imagen ideal de otra persona, se pierde la identidad propia, incluso eventualmente se puede perder la autonomía. Lo que implica que si el otro faltara por alguna razón o no diera ninguna insignia o dirección a seguir, la persona queda en un gran vacío, sin ningún recurso propio para movilizar su vida.
Si se entrega todo, se pierde todo.
Cuando mujeres toman un rol de ser “la mujer perfecta” para su pareja, poco a poco se van anulando a sí mismas para ir tomando la forma que se imaginan que el otro desea. Se piensa que así se podría asegurar ser la mujer única y más amada por este otro. Lo que puede dirigir la relación a una dinámica de poder y sumisión, donde la entrega absoluta al otro le puede dar un poder a este sobre sí de la misma medida, un poder absoluto.
Esa gran entrega también va a exigir una gran reciprocidad. Anularse a sí mismo para complacer al otro en su totalidad no puede ser reciproco. La demanda de la reciprocidad, aunque en cualquier caso es insatisfecha, para este ejemplo el hecho de que no haya reciprocidad a ese nivel se convierte en algo devastador que se puede leer como una privación de amor.
Si la mujer (en este ejemplo) se encontrara con que la relación se está fracturando, podría someterse a todo tipo de exigencias o agresiones de parte del otro con el fin de tratar de sostenerla. Porque la fractura de la relación implicaría la perdida de su identidad. La enfrenta a una muerte subjetiva.
Cuando caduque la relación se va a enfrentar a un gran vacío, el cual trae una gran dificultad de construirse desde cero por sus propios medios. Lo que es más sencillo para la mujer de este ejemplo, que tiene una gran falta de recursos emocionales es buscar otro amo, buscar otra pareja que le traiga nuevas insignias para formar una nueva personalidad. La dinámica fácilmente se repite, convirtiéndose en “la mujer perfecta” para cualquier hombre.
Se puede andar por el mundo de relación en relación perdiéndose a sí misma para complacer al otro. He aquí los peligros de ser “la mujer perfecta”.
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