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REFLEXIONES EN CUARENTENA

Escrito por Nicole Loynaz


Usualmente andamos por el mundo proyectando nuestros propios conflictos internos en el afuera. Como por ejemplo en el trabajo si una compañera hace un gesto que no me agradó, hay una lectura inmediata sobre lo que eso me representa. “Piensa que soy una idiota, que no sé aprovechar mi tiempo” o cualquier adjetivo que venga a la mente.


Y así en las múltiples dinámicas con los otros. Con los familiares, los amigos, los vecinos, y otros. Vamos por el mundo de proyección en proyección ocupándolo con conflictos internos sin darnos cuenta. Es más fácil ubicarlo en todo lo de afuera, para decir que no es necesariamente nuestro. Que esos otros de afuera son los causantes de nuestro estado. Que la vida confabula y nos coloca en un lugar empobrecido. Y que no tenemos un decir al respecto, que no nos compete siquiera.


¿Qué pasa cuando el mundo exterior ya no está disponible para nuestras proyecciones? ¿Qué pasa cuando viene una pandemia y estamos obligados a quedarnos solos? ¿O confinados con un pequeña burbuja social?


En este último caso, las proyecciones se intensifican, ya no hay una disolución de todo aquello tormentoso interno que se pueda repartir entre muchos espacios, dinámicas, o personas del afuera. Ahora solo hay algunos pocos dentro del mismo espacio. Nuestras proyecciones se intensifican en este pequeño grupo de personas y estas se vuelven nefastas, se requieren los tiempos a solas, se desea volver a salir al mundo para diluir aquello en todos los otros espacios.


En las parejas, se recurre a las fantasías de separación o a las discusiones constantes sobre todo y sobre nada. ¿Qué pasaría entonces, si nos quedamos completamente solos, confinados, sin otros a quien proyectar? ¿Qué dice ese mundo interior cuando estamos completamente expuestos a ello? ¿Dice lo mismo que decía el gesto de la compañera de trabajo?

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