El deseo en el laberinto: inhibición, síntoma y angustia.
- Jessica Millet
- Aug 21
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El deseo en el laberinto: inhibición, síntoma y angustia.
En 1926 Sigmund Freud reformula su teoría sobre la angustia en un texto llamado “Inhibición síntoma y angustia”. Los inicios del psicoanálisis articulan tempranamente (1905) la relación del deseo con la ley, de allí la culpa que engendra. No hablo de cualquier deseo, es el deseo inconsciente que da motor al sujeto. No es sencillo habitarlo, asumirlo, responsabilizarse.
El momento en que el deseo se pone en acto, se actúa, se imprime un sello particular de cada uno y cada una. Ese deseo que lo-la habita y del que no se puede escapar, es lo más íntimo que tenemos las personas, y lo que nos diferencia a la hora de trabajar o de amar, por nombrar dos ámbitos fundamentales en la vida. Este deseo, eso íntimo, es motor en la vida, que se puede inhibir, sintomatizar o puede desvanecerse, dando paso a la angustia.

El deseo se inhibe, el deseo se detiene. La imagen que algunas personas relatan es como estar al borde del Abismo, “no me atrevo”, “mejor ni lo pienso”, no se puede avanzar, también aparece como defensa: “no me interesa el amor”, cuando en realidad sus sueños y fantasías dicen lo contrario. Otros relatos coinciden en que la sensación es de un motor encendido, revolucionando pero que no produce movimiento en ninguna dirección. Se percibe un peligro psíquico, sensación de detenimiento. La inhibición deja al sujeto en pausa, y sobreviene la frustración.
Cuando el deseo entra en conflicto, y se topa con dos caminos, la persona se divide, y debe conciliar estos caminos, entonces se llena de síntomas. Freud le llama al síntoma “formación de compromiso” para hacer referencia a esta solución momentánea ante el conflicto. El síntoma, alejado del problema que formula, plantea preguntas que a veces llevan a las personas a un análisis o a terapia: ¿qué es lo que me pasa?, ¿por qué me sucede….?¿por qué siempre me encuentro en esta situación? como si fuera imposible escapar a la repetición.
Es decir, ante la inconformidad, se plantean dudas o quejas que vehiculizan un mensaje sobre este deseo inconsciente que está “atorado” en la carretera del lenguaje, por eso es un mensaje a des-cifrar a través del dispositivo analítico.
La angustia, esa sensación de pérdida radical, los ataques de pánico, la pérdida de seres queridos, dejan al sujeto con dos afectos fundamentalmente: el dolor en el alma, y el desfallecimiento del cuerpo, su forma más extrema es el ataque de angustia. El cuerpo tiembla, se conmociona y el lenguaje languidece. El deseo desaparece y la sensación es de muerte física inminente, muchos terminan conectados a un electrocardiograma en sala de emergencias con el cuerpo real intacto pero el cuerpo psíquico devastado, después de tocar el borde de la muerte. Esa experiencia del cuerpo constata que en el momento en que desaparece el deseo morimos un poco.
El deseo se inhibe, se sintomatiza, pero si desaparece, nos reducimos al cuerpo. Al cuerpo físico, al soma, al organismo viviente anterior a la palabra, anterior al cuerpo vibrante que el deseo aporta al sujeto.
Tocar la angustia, tocar la muerte, deja una huella en el sujeto. Ya no es el mismo. El tiempo de la angustia es un instante de corte, un antes y un después. Será en análisis que el sujeto dará cuenta de esta experiencia que toca los cimientos del sujeto para restituir el deseo para la vida.
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Información: crpsicoanalisis@gmail.com
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