Escrito por Etty Kaufmann.
“Dejé el cole porque de por sí me iba mal. Repetí quinto grado una vez y sétimo dos veces. Ya con casi 16, le llevo hasta dos cabezas a los compañeros. Y yo pienso que debe ser porque no sirvo para el estudio. Y ahora con la pandemia, diay, sin compu, sin internet, diay, está difícil. Y el otro año ya con 17, ¿para qué voy a volver?”
Se llama Jason. Vive en una casa humilde con su madre, sus 3 hermanas menores, una tía y la abuela.
Cuando Jason empezó a asistir a primer grado, esperaba que su mamá volviera del trabajo al final de la tarde para sentarse a estudiar con ella. La mamá de Jason, doña Zayda, no fue nunca a la escuela. Fue recién a los 24 años que aprendió a dibujar el abecedario, armar palabras y frases gracias a su hijo, que cada día fue
enseñándole lo que él mismo aprendía en la escuela.
Un niño maestro.
Ahora es un muchacho excluido. ¿Cómo ocurrió ese viraje? ¿Qué se hizo cuando perdió el quinto grado? ¿Cómo se le apoyó cuando perdió sétimo año dos veces?
“En quinto grado papi nos dejó. Solo con el trabajo de mami y de tía no alcanzaba y mami se preocupaba por el uniforme, los zapatos, los útiles. Me daba vergüenza ir sin la tarea porque no tenía para la cartulina. Una vez nos dijeron que íbamos a hacer merienda compartida, preparar empanadas y cada uno tenía que llevar algo. A mí me tocó una bolsa de harina de maíz, pero ni para eso había. Entonces empecé a faltar. Ahora que está el corona virus nadie nos ha llamado del colegio a preguntar. Yo pienso que debe ser por la edad que tengo, que ya no calzo con los demás.”
Como Jason hay más de 90.000 estudiantes en Costa Rica que están fuera del sistema educativo según datos oficiales. No solo a causa del Covid-19 sino por razones anteriores que, en esta coyuntura, terminaron por ser la gota que derramó el vaso.
Hace unos años, mi colega Milagros Jaime y yo, realizamos una investigación para determinar las razones de la exclusión estudiantil. Para ello entrevistamos estudiantes que estaban fuera del sistema. Todas las veces nos plantearon la misma pregunta: “¿usted cree que todavía puedo volver?” Tenían el deseo intacto de reincorporarse, querían estar en el cole.
Hoy, en tiempos de pandemia, quieren dejar de ser invisibles. Como dijo el poeta Benedetti: “La juventud aguarda un gesto, una rendija de esperanza.” Muchachos y muchachas como Jason esperan hoy esa llamada para volver a ser parte.
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