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Tatiana Blanco

HACER EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Escrito por Tatiana Blanco


De las primeras sensaciones a las primeras preguntas

La sensación de los primeros días era irreal, pero teníamos aún, un cierto aire de alegría, y una ingenuidad, de lo que nunca se ha vivido, que nos permitía hasta sentirnos felices de no tener que correr por las mañanas, y poder pasar, según como lo pensábamos, unos cuantos días en casa.

Pero las semanas se fueron sumando, el resonar del eco obligatorio de las conferencias de prensa, los reportes de datos, la rutina, y las preocupaciones empezaron a hacer que el lente con el que observábamos antes se fuera empañando.

Se empañó como los vidrios de las casas, cuando hay mucho aire caliente, estábamos todos dentro, encerrados, respirándonos cerquita, entonces los límites de la burbuja comenzaron a sentirse cada vez más estrechos.

Conforme los días avanzaban, los escenarios para todos fueron modificándose, para algunos que los recursos y los espacios eran más limitados, las cosas se empañaron mucho más rápido, o casi de inmediato; la frase “no se puede” se nos fue colando por los oídos hasta instalarse a vivir en nuestra cabeza.

No se puede salir, no podemos ir, no podemos comprar, no podemos gastar, no podemos hablar, no tocar, jamás abrazar; pronto empezaron a tornarse en, no puedo dormir, no puedo comer, o no puedo parar de comer, no puedo pensar, o no dejo de hacerlo, siento que no puedo hacer nada.

Para la mayoría habían empezado a llegar a la vez, noticias desesperanzadoras, suspensiones laborales, pérdidas de trabajos, proyectos truncados, o incluso hasta pérdidas físicas y afectivas; que implicaban la elaboración de duelos, estados de dolor, incertidumbre, y malestar.

Con fuerza empezaron a resonar en nuestras cabezas las preguntas, ¿cuánto más faltará?, ¿cómo voy a soportarlo?, ¿cómo estarán haciendo los otros?, ¿cómo iremos a hacer tal cosa, si no se puede…?


“Cómo iremos a hacer para… ,si no se puede…”, este enunciado, nos arrojaba a la cara la necesidad de resolver algo que ya teníamos resuelto anteriormente, esas formas que habían sido nuestra manera de hacer, se encontraban ahora limitadas, negadas o prohibidas; la impotencia, se hacía presente y en muchos casos incluso mezclada con frustración, y se mostraba simultáneamente en varios ámbitos de la vida; estábamos ante un momento que parecía como haber quedado congelados, pero no se puede congelar el mundo, en un tiempo que no se detiene.

En medio de esta sensación de parálisis, la necesidad insiste y estruja; de esa incómoda o casi insoportable opresión, hemos escuchado en los relatos de los pacientes surgir, cuando así se ha podido, un hacer diferente, un hacer que se parece mucho al hacer de los artistas, es el hacer de la creación.

Lo que nos pasa al crear

Crear es un hacer que deja de lado la repetición, y que no implica el saber; crear es hacer algo que no se ha aprendido, algo que se está inventando en ese momento.

A diario estamos escuchando la palabra reinventarse, porque eso es lo que muchos han sentido en estos días, donde el hacer aprendido, ha quedado imposibilitado.


Algo nos regala el arte, en los tiempos difíciles; los artistas han sido siempre creadores que responden desde su ser al sentir que les produce su época, cada uno de ellos, de diversas maneras ha dejado en su obra algo de ellos mismos, y algo de su obra los ha construido a la vez como quiénes son.

La creación tiene entonces una doble función, el objetivo es crear un objeto, pero a la vez el proceso de crear modifica a la persona que está creando. Todos cuando hemos creado, hemos sentido esa particular sensación que da el orgullo, una gratificación al terminar, lo que se ha estado haciendo, donde las ideas se han plasmado, y se invertido tiempo y deseo.

Pero crear no se limita al arte, y esto es lo que lo hace valioso en estos tiempos, crear es hacer una nueva receta en la cocina de la que uno se siente orgulloso, crear es plantar, cuidar y ver florecer, crear son unos rallones en una hoja que me permite decir algo de mí, crear es escribir con belleza o sin ella, es desarrollar una idea y hacerla realidad, es incluso emprender y que esto se convierte en una nueva forma de producir ingreso.

Lo que define la creación es que algo del creador se implica en su obra y por eso la obra a la vez le permite a quién está creando, reconocer algo de sí en lo que se ha creado. Me interesa reflexionar sobre esta función, de como el hacer creativo, a su vez, potencia la creación de una persona.

Pienso que crear, nos regala tres espacios que posibilitan este reinventarse del que tanto se habla hoy.

Espacio de prueba y error, ese tiempo de crear algo nuevo, se convierte en un tiempo donde de alguna manera se juega, se juega a lanzar ideas, se juega a probar distintas maneras, se juega a hacer y también a deshacer; entonces este espacio le permite a la persona que se está reinventando probar y probarse a sí mismo, y jugar y jugarse en otros escenarios en los que aún no se había pensado.

Espacio de pausa del malestar, cuando se posibilita un espacio de creación, por pequeño que este sea, se hace una pausa en la sensación de dolor y en los pensamientos insistentes; las pérdidas y los procesos de dolor que se están viviendo, llevan a las personas a escenarios de detención, donde el tiempo parece estancarse, e incluso el deseo de vida se ve cuestionado, algo de este dolor se limita cuando se logra la posibilidad de crear; aquí más bien el fin no es el objeto, sino el proceso mismo, en el que quien está creando, coloca su deseo en otro lugar, distinto al lugar de dolor y pérdida. Si este movimiento psíquico es posible en el sujeto, es posible entonces que algo de ese dolor se pueda ir procesando mentalmente y lograr producir algo con eso, que permita continuar.

Espacio de encuentro con lo sorpresivo, cuando comenzamos a crear, podría ser que tengamos una idea preconcebida de lo que queremos hacer, pero nunca tenemos un control total de lo que va a suceder en el proceso, es muy frecuente que nos veamos sorprendidos por algún hallazgo, incluso este momento de sorpresa en muchas ocasiones termina tomando el rumbo de nuestro plan y llevándolo totalmente a un lugar inesperado. Lo que sucede es que jugamos en el tiempo de crear con lo sorpresivo, que no es más que la otra cara de la moneda de esa incertidumbre que hoy nos pesa tanto.

Crear como un ejercicio diario, no es un antídoto contra la época actual, pero sí una forma de palear tantas sensaciones abrumadoras; y más que pensar en que exista una necesidad de sentarse a crear, propongo solo agudizar un poco la mirada, desempañar el lente, mirar hacia dentro, para ver cuánto de ese hacer cotidiano, se acerca a esta lógica creativa. Pues esta posibilidad de implicarnos en lo que hacemos es lo que nos permite sentir una conexión de sentido, y dar una razón al uso de nuestro tiempo en el transcurrir de los días.

Tatiana Blanco Sánchez

Psicóloga, Psicoanalista y Artista


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