Escrito por Isabel Garbanzo
Cuando se trata de invertir en uno mismo, por lo general pensamos en el aspecto físico, entonces dedicamos parte del presupuesto para el gimnasio, o bien para artículos y aparatos deportivos. Lo anterior lo complementamos con una dieta balanceada y para eso vamos a un control periódico con la nutricionista, además nos hacemos los chequeos médicos anuales que correspondan. En el plano de lo intelectual invertimos en formación y actualización académica para mantenernos competitivos y vigentes en el plano laboral. Pero raramente pensamos en invertir en nuestra salud mental y la pobre queda relegada a segundo plano, no caemos en cuenta que las sesiones de psicoterapia nos podrían ayudar a mejorar en lo emocional, a tener una relaciones familiares y laborales más funcionales, o en lo que consideramos son nuestras limitaciones. Nos olvidamos de que no somos solo cuerpo e intelecto, sino que muy bien nos haría mantener un balance entre el bienestar físico y el emocional.
Quizá, el relegar a segundo plano la inversión en el bienestar emocional se deba a que aún hoy en día hay muchos mitos, estigmas y falsas creencias sobre qué es la psicoterapia, a quienes está dirigida y quienes la ejercemos. Un par de ejemplos para ilustrarlo: No lograba un día de estos encontrarme con un conocido porque las horas que proponía me chocaban con las que dedico al consultorio y de pronto me dijo, “ahh es que se me olvidaba que sos la Doctora Corazón.” Un paciente me decía, con risa nerviosa, “mis amigos y familiares jamás creerían yo vengo a terapia y por ahora prefiero mantenerlo en secreto.”
Las frases del tipo “solo los locos necesitan terapia”, “que va a poder ayudarme un extraño”, “¿para qué pagar por hablar de mis problemas, mejor me tomo un café con una amiga?”, son prejuicios fundamentados en el desconocimiento de lo que es un proceso psicoterapéutico, y el común decir de “yo puedo resolverlo solo” denota la dificultad que muchos tenemos de reconocer que a veces enfrentamos situaciones que serían mejor manejadas con el acompañamiento de una escucha profesional. En los casos donde la persona es consciente que no puede lidiar con un asunto escuchamos como: “lo que me afecta, lo meto en el cajón de lo que no puedo manejar, lo guardo, me hago el loco y ahí queda”. El problema es que de repente se encuentra haciendo o diciendo algo a lo que racionalmente no le encuentra explicación, ya que resulta que el “cajón” de un modo u otro se le abre una y otra vez.
Comprometernos a invertir tiempo y dinero en un proceso psicoterapéutico no se trata de que el psicólogo nos solucione los problemas, sino más bien se trata del inicio de un viaje al interior de nosotros mismos, donde logramos crear consciencia de quién somos, de qué historia venimos y cómo podríamos elegir diferente y así seguir recorriendo lo que nos queda de camino...
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