Escrito por Milagros Jaime
Sofía tenía dificultades con varias materias y se sentía poco motivada para hacer las tareas. Pero a mediados de año algo cambio, el vínculo especial con una docente nueva le abrió otras posibilidades. Su mamá lo describe así: “desde que recibe clases con usted, mi hija ha avanzado mucho. Tiene otras tareas, pero las suyas van siempre primero”.
¿Qué despierta las ganas de aprender?
Todos hemos pasado por la experiencia de interesarnos en una materia porque el profesor o profesora nos caía muy bien, o porque su forma de explicar nos enganchaba y lograba captar nuestra atención. Lo contrario también, cuántas personas adultas conservamos desde la adolescencia o la infancia, el desagrado por una disciplina a partir de alguna vivencia negativa con quien la impartía.
Cuando una persona joven nos explica cómo le va en alguna materia del colegio, generalmente lo hace hablando de su profesor o profesora, porque la imagen que tiene de esta persona y la forma en que se relaciona con ella están estrechamente ligadas a cómo percibe los contenidos de la materia.
No se aprende con cualquiera. Las ganas de aprender nacen en la intersubjetividad, en el encuentro con otros, porque al igual que ocurre en otros ámbitos de la vida, las ganas se promueven en la complicidad, en ese lugar construido entre dos. La experiencia con estudiantes nos enseña lo difícil que es “despertar” su interés por el aprendizaje cuando lo pensamos como algo que nace aisladamente, como si algo dormido debiera aparecer en el estudiante por un acto de voluntad individual.
Con demasiada frecuencia descuidamos este aspecto del proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuando ponemos en primer plano únicamente la técnica pedagógica y las estrategias para transmitir contenidos, olvidamos que un docente es alguien a quien le apasiona su materia y que, más allá de sus habilidades pedagógicas, transmite conocimientos con su pasión y sus propias ganas de aprender. Los docentes no solo desean que sus estudiantes aprendan, sino que creen que tienen posibilidades de aprender.
La tarea no es sencilla, una profesora que se pregunta “¿cómo puedo enseñarles a estos alumnos que vienen de barrios tan problemáticos y con tantos conflictos en sus casas?” difícilmente encontrará la respuesta en las técnicas pedagógicas o en el saber que adquirió en la universidad.
Por eso generalmente no tenemos mucho éxito cuando intentamos motivar con cosas que están fuera del mismo proceso de enseñanza-aprendizaje. Si le decimos a un o una joven que tiene que ponerle ganas al estudio para que tenga un futuro mejor o para que más adelante consiga un buen empleo, estamos caminando en sentido contrario a la construcción de espacios intersubjetivos y territorios seguros que son tan necesarios para que el aprendizaje se produzca. El deseo y la exigencia utilitaria rara vez van de la mano.
Las condiciones que promueven las ganas de aprender no están consideradas en las practicas pedagógicas, tampoco su articulación con el deseo de enseñar y la necesidad de que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea una colaboración común. Una profesora les pide a sus estudiantes adolescentes: “Necesito que me ponga atención” y un alumno le responde: “ok, yo pongo atención, pero ¿a cambio de qué?”. Evidentemente no se puede imponer la colaboración del alumno si éste no está implicado en el proceso.
Hoy en día, la tecnología y el acceso a la información imponen una dificultad adicional a las y los docentes. El pedagogo Philippe Meirieu nos recuerda la importancia del proceso de construir preguntas y del placer del procedimiento frente a la inmediatez de la información y a la ilusión de es posible saber sin pasar por el esfuerzo de investigar y aprender. Internet ha generado la sensación de que podemos saber todo sin aprender, de ahí el reto de hacer que el aula se convierta en un espacio en el que las y los docentes acompañen a sus estudiantes a pasar del placer de tener la respuesta de forma inmediata al deseo de aprender, de la solución ya dada a la aventura del aprendizaje, y el lugar donde esto ocurre es en la relación pedagógica.
Estar advertidos de estas cuestiones que no son tan evidentes nos obliga a concebir acciones, que más allá del recurso a técnicas pedagógicas, promuevan espacios relacionales que fomenten las ganas de aprender.
Antes de empezar, invierta el tiempo necesario para indagar las expectativas de sus estudiantes sobre lo que van a aprender en el curso.
Pregúnteles no solo qué esperan de usted como docente, también qué esperan de ellos mismos como alumnos.
Socialice sus experiencias. Para avanzar es fundamental buscar espacios de diálogo y reflexión con otras personas docentes.
Si le interesa el tema y desea conocer más, le invitamos inscribirse en el taller teórico-práctico titulado “Estrategias socio-emocionales para el trabajo con adolescentes en los colegios” dirigido a docentes y profesionales en orientación y psicología de los centros educativos, aquí el enlace de inscripción: https://forms.gle/ph4j3zijNYYSrdmS7
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