Las Pymes somos las empresas que más vamos a perder, dijo Paul Krugman en una entrevista en CNN. Las Pymes somos el blanco económico de la pandemia. El virus necesita el movimiento de las personas para circular y multiplicarse. Las Pymes vivimos del movimiento de las personas, la salida a los restaurantes, los bares, las tiendas, los teatros. Sin el movimiento de las personas, las Pymes no existimos y el virus tampoco.
En abril el virus nos pasó por encima como el ángel de la muerte. Sentí la misma esperanza que sintió George Cloony en la “tormenta perfecta”, cuando en el medio de lo peor ve un halo de luz que se abre desde el horizonte. No duró mucho.
En mayo volví a abrir las tiendas de impresión. Si antes de la pandemia vendíamos 100, ahora vendemos 30. ¿puedo pagar el alquiler de las tiendas en esa misma proporción? ¿Le puedo pagar a la CCSS en esa misma proporción?
En junio el ideal país se rompió y las tensiones de los distintos grupos empezaron a jalar hacia sus intereses. Cuando las finanzas tiemblan muchos matrimonios terminan. La preocupación de la gente más afectada en el día a día se hizo patente. El apoyo económico del gobierno no llegó como se esperaba.
En agosto me fui a Samara con mi familia a pasar el martillazo del día de la madre. Acompañé a mi esposa a correos de Costa Rica porque ella tenía que mandar un contrato firmado a San José. Los dos estábamos callados en el carro hasta que ella se emocionó: ¡¿Qué te parece si nos vamos a ver ballenas?! Su pregunta me produjo un imparable ataque de sarcasmo y le respondí: claro que si! ¿Por qué no? Adoptamos al capitán de la lancha a nuestra burbuja y nos lo llevamos de vuelta a San José.
Nos quedamos callados un rato mientras yo bajaba mi resistencia (La resistencia es la oposición que hago cuando algo o alguien me-saca-de-mi-zona-de-confort, me opongo y me resisto a moverme de lo conocido y aprendido, porque me quita paz tener que acomodarme de nuevo). Respiré profundamente y me exigí meditar la propuesta de mi esposa. Por qué no? Le decimos al capitán de la lancha que necesitamos que se ponga la mascarilla, nosotros apretamos nuestro presupuesto, y así ayudamos a los más golpeados: el turismo.
Al final por la lluvia terminamos cenando en un restaurante por el día de la madre. A la señorita que nos atendía se le resbalaba la mascarilla debajo de la nariz y yo que soy fóbico a los microbios – desde siempre y ahora un poco más – cuando ella se acercaba, yo cerraba bien los ojos y dejaba de respirar. En fin, ha sido lo más peligroso que hice desde 1985.
LA RESISTENCIA DEL EGO. Opera de manera solapada, no nos damos cuenta de su poder ya que siempre tiene una buena coartada (yo estoy sano-la mascarilla es muy incómoda-se me empañan los anteojos-me quitan la libertad de expresión-etc.). El EGO se obsesiona con repetir las cosas conocidas y ¡que nunca me saquen de mis zona de confort y de mis hábitos diarios!
Pero si no nos tapamos la boca (y la nariz) no vamos a superar este bache económico las Pymes. Tápense la boca (y nariz) maldita sea!
Medicina contra la resistencia del EGO: Apliquen la flexibilidad en sus rutinas diarias, estiren y flexibilicen su zona de confort, háganse pruebas y ejercicios de elasticidad mental (ataquen creencias propias e ideas fijas) y hagan pequeñas cosas que en la cotidianeidad considerarían impensables (o escandalosas).
Tenemos que negociar con nuestros innegociables, hacer el duelo y darnos cuenta que en este momento excepcional, la letra obsesiva de las ideologías y creencias del EGO no nos van a ayudar como país. No tenemos más opción que enfocar toda la energía en ver cómo salimos bien de esta y aflojar la tiranía del EGO y su resistencia psicológica.
Escrito por Alfred Kaufmann
alfred@gruposigno.cr
Comments