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QUE SE ALEGREN CUANDO NOS VEAN VENIR…

Escrito por Isabel Garbanzo


La cuarentena, a quienes han tenido que pasar por ella, así como el distanciamiento social a que nos hemos visto sometidos en los últimos nueve meses, ha complejizado y matizado muchos de nuestros vínculos de amistad. Esta nueva realidad, bastante intensa de por sí, vino a acelerar los tiempos, a sincerar las situaciones, y a muchos nos lleva a re-pensar con quiénes realmente nos llevamos bien, con quiénes nos sentimos acompañados (echando mano de la virtualidad), cuáles de esas relaciones se han fortalecido, cómo algunas se han debilitado, otras tensado e incluso cómo una que otra se ha evaporado.


Ante el encierro, o el distanciamiento social, la idea de que uno cuenta con amigos ya nos libera la mente. Puede persistir el encierro físico, pero no tanto el psicológico, sobre todo teniendo a mano las redes sociales y las videollamadas. También tenemos el amigo que nos acompaña, aunque no esté físicamente a nuestro lado, porque sabemos que contamos con él, que está al alcance de una llamada telefónica, de un mensaje por WhatsApp, y ya ese solo hecho es bálsamo para nuestro día a día. Esta sensación que contamos con alguien trasciende cualquier espacio físico o distancia. Saber que le importamos al otro nos saca un suspiro, transporta nuestra mente a los buenos tiempos vividos y también alimenta la esperanza de un mañana mejor. Eso es fe y agradecimiento por la ilusión de lo que haremos cuando nos volvamos a encontrar.


A veces tenemos amigos en nuestras vidas que no nos hacen ningún mal, pero tampoco nos hacen ningún bien, que no aportan, a quienes tampoco aportamos y con quienes ya no tenemos nada en común, excepto quizá una época o historia compartida. Quizá sea momento de empezar a alejarnos suavemente de esas amistades, o de que analicemos cuántos recursos emocionales invertimos en ellas y decidamos cambiarlo, cuando consideremos sea más apropiado. Los riesgos de tomar esa decisión son muchos, podría ser que nos lleve al conflicto, al arrepentimiento, al dolor, a la soledad y quizá ahora no sea la mejor época para una ruptura de amistad. Pero bien podría serlo para evaluar amistades y definir cuál es la mejor manera para nutrir las relaciones que más nos importan, esas a quienes aportamos, y que nos aportan, esas con quienes logramos construir la mejor versión de nosotros mismos.


Re-pensemos nuestra definición de amistad, quizá caigamos en cuenta de si son y somos amigos de esos que se ponen felices cuando nos ven y los vemos venir.

psicóloga – psicoanalista y consultora de RRHH para pequeñas empresas

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