Escrito por Isabel Garbanzo
En una conversación casual me decía mi esposo, “que increíble cómo se acostumbra uno a todo”, y ese “todo” hacía referencia a cómo hace muchos años el virus del Sida era un gran peligro y acaparó los titulares de las noticias por mucho tiempo y el temor de muchas personas por bastante más tiempo. Hoy día hay tratamiento y ese virus ya no es noticia. Esto nos llevó a reflexionar como en estos tiempos “tan particulares” la pandemia, la crisis económica y política han tomado un protagonismo absoluto en nuestras vidas. Desayunamos, almorzamos y cenamos con cifras de contagiados, recuperados, fallecidos (que, para muchos, lamentablemente ya es normal, un número más). Mas recientemente el plato central es la cantidad de bloqueos, enfrentamientos, detenidos, liberados, índices negativos de desempleo y de pobreza, acuerdos, desacuerdos, diálogos y des-diálogos.
Pareciera que con cada nuevo día vendrá una nueva y mayor preocupación. Todo este menú de malas noticias puede construir a nuestro alrededor un muro de pensamientos negativos y preocupaciones muy difíciles de superar y que afectarán nuestra calidad de vida y nuestras relaciones más cercanas, sino elegimos con cuidado nuestros pensamientos.
Es un hecho que la situación que vivimos es excepcional y sin precedente alguno en muchos niveles, pero también es un hecho que, al sentirnos amenazados, el cerebro da prioridad a esa sensación y con ello se despiertan otras emociones relacionadas, tales como enfado, preocupación, frustración, tristeza o ansiedad. Ante este panorama tan desalentador parece difícil tener una actitud optimista y que los pensamientos negativos no nos dominen, sobre todo si pertenecemos a grupos de riesgo, o si pasamos a engrosar los porcentajes negativos de desempleo, pobreza, o si nuestra actividad económica o fuente de ingresos está en riesgo.
En medio de esta realidad ¿es posible darle la vuelta a toda esta negatividad y, que el pensamiento optimista, el agradecimiento prevalezca sobre el miedo, el pesimismo o la queja?
Para empezar, pensemos en que el proceso de una crisis es similar al de una “curva” con diferentes etapas como la negación, el enojo, e incluso la depresión, entre otras. Conforme va pasando el tiempo, logramos sobrepasar la curva creando nuevas maneras de ver y pensar la situación. Se dice que salimos de las crisis más fortalecidos y esto es así, precisamente, por los aprendizajes que adquirimos en ellas.
Por otra parte, tengamos presente que somos responsables, en gran medida, de la elección de lo que pensamos y cómo nos sentimos, ya que todo inicia con el pensamiento y a partir de éste se define, se crea la realidad. La capacidad de elegir, combinada con nuestro sistema de creencias y valores conforman la base para lo que construyamos en nuestras vidas y somos responsables enteramente de eso. Por esa responsabilidad final que nos atañe, es fundamental “pensar cómo se piensa”, observar qué impacto está teniendo en nuestro cuerpo y en nuestras emociones cuando pensamos en negativo o en positivo y cómo eso influye en nuestra realidad, en nuestra vida.
Para sacar el mejor provecho posible de esa elección y responsabilidad es necesario enfocarnos en lo que sí tenemos, no en lo que no. No se trata simplemente de ignorar las cosas feas o las dificultades, pero sí de que es importante hacer este trabajo diario de elegir si vemos el vaso medio lleno o medio vacío, que nos ayudará a equilibrarnos, pasando del extremo pesimista del ¿por qué no fue?, ¿por qué no es? al balance del agradecimiento por lo que fue, por lo que es y por lo que será.
Cualquiera sabe que es muy fácil ser agradecido cuando todo va bien, pero la verdad es que en medio de una crisis parece que no hay mucho porque agradecer, por eso tenemos que darnos a la tarea de buscar…seguramente encontraremos que podemos agradecer por muchas cosas, entre ellas, por la vida, por la salud, por la familia, por lo vivido, por la lección que estamos aprendiendo. Agradecer, en medio de las dificultades contribuye a nuestro bienestar emocional, y esto es una cuestión de elección, siempre tenemos la posibilidad de elegir si estamos dispuestos a agradecer, o si por el contrario elegimos la queja, el reproche y todo lo que con ello viene. De las crisis salimos fortalecidos si elegimos transitarlas con el motor del agradecimiento, por todos los aprendizajes adquiridos.
Apostemos para que en esta crisis cuidemos la elección que hacemos de nuestros pensamientos, porque éstos se convierten en nuestras palabras. Cuidemos nuestras palabras porque ellas se convierten en nuestras acciones. Seamos impecables con nuestras acciones porque éstas se convierten en nuestros hábitos y cuidemos nuestros hábitos porque se tornarán en nuestro destino. Un destino, que inició desde la elección responsable y cuidadosa de nuestros pensamientos en torno al agradecimiento, como actor y nunca como víctima de éste.
Deseo que muy pronto podamos decir “que increíble cómo se acostumbra a uno a todo”, la pandemia, la crisis económica y política ya no es noticia.
psicóloga – psicoanalista y consultora de RRHH para pequeñas empresas
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