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¿VOLVER A CLASES EN PANDEMIA?


Ningún sistema educativo, contexto, ningún centro educativo, mucho menos el estudiantado es homogéneo. La diversidad es una de las características más contundentes de la educación.

Sin embargo, la atención suele ser homogénea para las poblaciones estudiantiles, los mismos programas, los mismos horarios, estrategias de enseñanza similares y ahora, las mismas medidas ante la pandemia: el cierre presencial generalizado de los centros educativos.

La realidad, empero, nos presenta panoramas diversos para los que se podrían pensar estrategias distintas al cierre. Propongo algunos ejemplos de esta diversidad con el afán de abrir una discusión y una reflexión.

En Costa Rica, existen más de 2000 centros educativos de preescolar que no sobrepasan los quince estudiantes. Otro caso interesante son las escuelas unidocentes de áreas rurales con poco o ningún acceso a internet. La cantidad que atiende cada escuela va de uno a un máximo de treinta estudiantes.

En Santo Domingo de Sámara, por ejemplo, la escuela no sobrepasa los 15 estudiantes. Si los dividiéramos, nos daría una atención de tres estudiantes por día, los cuales podrían estar en un espacio ventilado a más de dos metros de distancia de separación. Tendrían la posibilidad de socializar al menos un rato a la semana y su docente podría verificar los aprendizajes, su estado de ánimo e incluso detectar alguna situación de riesgo.

Tomo un último ejemplo de la diversidad educativa. La llamada “Aula Edad” se creó para estudiantes que tienen sobre edad (por ejemplo, que a los 15 años están en quinto grado de primaria) y que requieren un apoyo especial para poder seguir adelante con su educación. Muchas de estas personas vienen de exclusiones previas que, en su momento, el sistema no pudo o no supo cómo apoyar por diferentes y complejas razones. Es una población que tuvo el impulso de retomar la educación para salir de la pobreza e imaginar mayores posibilidades de futuro. Ahora deberán esperar más para ello, quién sabe cuánto.

¿Cuáles serían las razones por las que las poblaciones estudiantiles deberían quedarse sin ir a la escuela o al colegio si se encuentran formas locales que cumplan con las normas sanitarias? El cierre de los centros educativos abre un panorama de riesgo generalizado a quienes, por ley, deben recibir protección del Estado.

Así que, si finalmente se sostiene la decisión de no regresar a clases, tendríamos que poder responder a algunas preguntas: ¿cómo se dará seguimiento al estudiantado? ¿Cómo se verificará su salud mental? ¿Cómo se comprobará su protección integral? ¿Qué mecanismos se estarán generando para detectar las situaciones de riesgo que viven cada día? ¿Cómo se resolverá el hambre? ¿Cómo se atenderá a quienes se están ausentando o no han regresado a clases virtuales?

La pandemia muestra situaciones de desigualdad y de inequidad que ya estaban presentes pero que se han profundizado. Abramos una puerta a la investigación, a la reflexión y el análisis. Sigamos deliberando cómo hacerlo mejor y para ello, propongo que lo pensemos desde las particularidades y no desde la generalidad.

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