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El Miedo de los Caballeros al Veneno de las Doncellas

Escrito por Kira Schroeder


En el espacio de Lectura compartida: sexualidades femeninas de este 2025, comenzamos leyendo el texto de Freud, El Tabú de la virginidad de 1908. (1) A continuación, les comparto algunas de las reflexiones que nos suscitó esta lectura. 


Desfloración 


En el Tabú de la Virginidad (1918) Freud se pregunta por la costumbre observada en algunas culturas, según la cual se le ahorra al futuro esposo la tarea de ser parte del primer encuentro coital de la mujer con la que contraerá matrimonio. (1)

“() también para ellos la desfloración es un acto sustantivo, pero se les ha vuelto asunto de un tabú, de una prohibición que debemos llamar religiosa.” (p.190) 

Este tabú, y las prácticas rituales construidas alrededor de él, tendrían como fin evitarle al futuro marido ser quien realice la desfloración, es decir quien ejecute un acto por el cual la mujer perdería el estatuto virginal. 

Las prácticas a menudo consisten de dos elementos: por un lado, el rompimiento del himen, y por otro la penetración. En algunas culturas, diferentes personas llevan a cabo cada elemento, y en otras una misma persona u objeto se encarga de ambos, siendo esencial que no sea el prometido o el nuevo esposo.

Freud nos ofrece variados ejemplos de distintas culturas, pero quisiéramos subrayar un ejemplo de la literatura vienesa, más específicamente de una comedia teatral escrita por Ludwig Anzengruber, titulada “El veneno de las doncellas” (p. 201). Freud subraya el siguiente episodio de la trama: 

“() un campesino simplote que se abstiene de desposar a la novia que le está destinada porque “es una moza tal que le costará la vida a su primer hombre”. Admite entonces que se case con otro, y sólo la tomará por mujer cuando enviude y ya no sea peligrosa.” (p.201) 

Parece que el campesino no es tan simple, y sabe evitar por su propia cuenta cierto lugar considerado como peligroso. Dicho saber Freud asimila al de los domadores de serpientes que “hacen que el ofidio muerda primero un trocito de tela para manejarlo sin peligro.” (p.202) 

¿Por qué la desfloración tornaría a la recién casada en una serpiente venenosa? 


El veneno de la serpiente


El primer encuentro sexual, según Freud, tiene consecuencias simbólicas, y en el caso de las mujeres, puede representar el retorno de una pérdida, pero sobre todo una desilusión. Lo que retorna es la envidia del pene, reacción común entre las niñas frente a las consecuencias de la diferencia sexual anatómica, y la hostilidad concomitante hacia el varón. La desilusión acontece por dos inevitables fracasos. Por un lado, se ha prohibido especialmente a las mujeres el comercio sexual antes del matrimonio, lo que generaría mucha expectativa alrededor de dicho intercambio. La realidad del encuentro no podrá estar a la altura del deseo atisbado por la prohibición en la mujer. Además, el marido como objeto amoroso no podrá dar la talla en aquella primera noche conyugal, en vista de que ineludiblemente será el sustituto de los primeros amores de la doncella. Dice Freud: 

El marido nunca es más que un varón sustitutivo, por así decir; nunca es el genuino. Es otro – el padre, en el caso típico – quien posee el primer título a la capacidad de amor de la esposa; el marido le corresponde a lo sumo el segundo.” (p. 199) 

Cuando media el tabú de la virginidad, nos explica Freud, la desfloración la llevará a cabo el padre o un sustituto antes del matrimonio. Puede ser el señor Feudal, un anciano, un hombre sagrado, o una representación de un Dios, como el falo de piedra de Príapo en la tradición romana.   

El primitivo erige un tabú donde teme un peligro. No separa el peligro material del psíquico, ni el real del imaginario.” (p. 196)

Freud plantea diferentes razones para este tabú y los rituales que lo rodean. Por un lado podría explicarse por un tabú de la sangre, que podría ser derramada en el primer acto coital. Este tabú se erige en relación con la sed de sangre y el placer de matar. Entraría en esta serie también el tabú de la menstruación. Esta primera hipótesis entra en contradicción con ceremoniales en las mismas culturas relacionados a actos que derraman sangre, como la circuncisión o la escisión del clítoris y los labios menores. 

Una segunda propuesta apuntaría al apronte angustioso que generan las circunstancias donde se dan nuevos comienzos, aquellos inesperados y no comprendidos. Una nueva empresa sería siempre ominosa, como el inicio de la época de siembra o cosecha de los cultivos. El primer encuentro sexual en el matrimonio entraría en esta serie de inicios. 

La tercera teoría apunta a incluir a toda la vida sexual dentro del tabú, incluyendo la menstruación, el embarazo, el parto, el puerperio.  “Casi podría decirse que la mujer es en un todo tabú.” Los rituales de evitación de la mujer en todas esas circunstancias y otras, le lleva a Freud a proponer un “horror básico a la mujer”, ya que al varón la percibe como “eternamente incomprensible y misteriosa, ajena y por eso hostil.” Este temor, según Freud, no es exclusivo de las culturas originarias, sino que “perdura entre nosotros”. (p.194) El varón proyecta en la mujer las mociones internas de hostilidad que nacen en él frente a lo ajeno no comprendido. El primer encuentro sexual con una mujer es vivido como un peligro especialmente intenso. El peligro psíquico consiste en la posibilidad de que aquel primer encuentro resulte para la mujer un desengaño por la ausencia de satisfacción, e incluso despierte en ella hostilidad hacia el varón. Hostilidad proveniente, ya lo dijimos, del retorno de una pérdida, y la condición sustitutiva del marido. Los rituales alrededor del tabú de la virginidad parecerían entonces evitar que dicha hostilidad recaiga sobre el marido para procurar una vida matrimonial armoniosa.

En la actualidad, es más común que las mujeres tengan relaciones sexuales antes de casarse y podemos comprobar en la clínica que el matrimonio puede seguir generando estos efectos en la pareja recién casada. Aunque hayan convivido como pareja antes del matrimonio. 

Es interesante anotar que, a propósito de la desilusión, según la cual Freud afirma que el marido será un hombre sustituto de sus primeros amores, podemos traer a colación el intenso vínculo madre-hija al que también Freud se refiere en el texto Sobre la sexualidad femenina de 1931. (2) La ligazón-madre, como la llama, se construye “de manera muy rica y pluritlateral”, puede tener una duración “hasta bien entrado el cuarto año” y precede en intensidad la futura “ligazón-padre”. (227-228) Advierte Freud que el vínculo madre podría ser el que retorna en el primer matrimonio, aunque haya desposado a un hombre, imprimiendo el carácter de intensidad y de exclusividad que caracteriza a esa ligazón originaria. (p.233) En ambos textos Freud asegura que los segundos matrimonios, o en relaciones tiernas extramatrimoniales, algunas mujeres pueden disfrutar de los encuentros sexuales sin el componente hostil que caracterizó el vínculo en las primeras experiencias de pareja. 

Estas últimas anotaciones abren preguntas interesantes en cuanto a valorar el peso de la virginidad (primeras experiencias sexuales coitales) y del matrimonio en la vida afectiva y sexual de las mujeres, en sus vidas matrimoniales y/o de pareja. 

La respuesta estará en cada mujer y en cada historia, pero vemos que hay varios elementos a tomar en cuenta: la ligazón madre, la ligazón padre-hermano u otros sustitutos que ofrece su historia, el complejo de castración, y el grado de prohibición de la sexualidad en su juventud.  


Que vuoi?


Regresando al veneno de las doncellas, vemos que se le evita al conyugue en los rituales de desfloración previa al matrimonio, el veneno hecho de pérdidas, expectativas y desilusión. Siendo que el veneno retorna de los amores originales inconscientes de la mujer, el recién casado que sí opera como primer encuentro sexual podría preguntarse con razón, “¿Qué quiere ella de mi?” y padecer cierta angustia. 

En el Seminario diez (3), Lacan propone “Hay una relación esencial de la angustia con el deseo del Otro” (p.13). Para ilustrarlo cuenta una fábula también relacionada a un animal que aparece como peligroso: 

Revistiendo yo mismo ante ustedes la máscara animal con que se cubre el brujo de la gruta llamada de los Tres Hermano, me imaginé frente a otro animal, éste de verdad, que supuso gigante en aquella ocasión, una mantis religiosa. Como yo mismo no sabía qué máscara llevaba, pueden imaginarse fácilmente que tenía alguna razón para no estar tranquilo ante la posibilidad de que, debido a algún azar, aquella máscara fuese impropia, induciendo en mi partenaire algún error sobre mi identidad. La cosa quedaba acentuada por lo siguiente, que añadí, yo no veía mi propia imagen en el espejo enigmático del globo ocular del insecto.” (p.14)  

Como sabemos la mantis religiosa hembra tiene un comportamiento particular a la hora del apareamiento: las hembras se comportan agresivas y pueden comerse al macho empezando por la cabeza. Entendemos que en la fábula Lacan se pregunta ¿qué pasaría si mi máscara es la de una mantis macho? Es decir, como no sabe que representa él para el Otro, asume allí un peligro. De la misma manera, el campesino astuto de la obra de teatro vienesa que nos comenta Freud podría afirmar: ¿qué pasa si esta mujer ve en mí a su amor originario? Y frente al peligro de la desilusión y el retorno de los reclamos, prefiere esperar a que enviude. 

Es en el espacio del vínculo de pareja que se reeditan ciertas vivencias de los primeros amores del sujeto. La condición virginal atañe a ciertos temores que tienen los hombres sobre el encuentro sexual, pero no solamente en tanto un cuerpo que no haya participado del comercio sexual con anterioridad. Al respecto dice Marcelo Barros (4): “La mujer, pero sobre todo la mujer virgen, aparece como una metáfora de un real no marcado por el significante, y eso refuerza el valor de acto del gesto –el que sea– que implique enfrentarlo.” (p. 21) Este significante “virginidad” carga además con algo de lo real, no por ser prohibido, sino por ser imposible. En ese aspecto, las sexualidades femeninas, sea el cuerpo que ocupen, tienen algo de virginidad siempre, de algo que queda sin remedio inaccesible al significante. Entonces esto agrega una segunda capa de misterio a lo femenino en tanto inconquistable por el amor, por el saber, por la palabra, o por las leyes. Un doble peligro aparece en las sexualidades femeninas que puede provocar la generación de rituales religiosos, poemas amorosos, o violencias horrorosas.  Dice Barros, “La estrecha relación entre lo virgen –aquí entendido más como intocable que intocado– y lo femenino parece justificar la imagen de un lugar inaccesible, inexplorable, en tanto Freud entrevió que una parte importante de la feminidad se mostraba tan refractaria a la investigación analítica como a la solicitación fálica.” (p.24) Con este recorrido entendemos las referencias a animales peligrosos en Freud y en Lacan para referirse a las sexualidades femeninas. Provocadoras de angustia como de deseo: el encuentro con ellas requiere un montante de valor, incluso para quienes las habitan. 


Eso nos aterriza en el poema de José de Jesús Martínez (5): 


Si tú fueras…


Si tú fueras una puta 

te llevaría a tomar una sopa caliente todas las mañanas; 

te dejaría la mejor parte del venado 

Si fueras una leona; 

te daría mi colección de piedras

si fueras una niña;

mi bastón banco, mi fusil, mi salario, 

el centro de la cama, toda la almohada, 

mi último cigarrillo, mis últimas palabras, 

todas las mujeres que he amado, todo los teoremas, 

los sonetos de Quevedo, la Creación del mundo, 

el idioma español, América y Grecia. 


Tú dirás que todo esto no son más que palabras. 

Y es verdad, son palabras. Pero las palabras pueden ser poderosas. 

Cuánta fuerza y alegría en tu nombre, por ejemplo., 

o en la palabra “rosa”, por ejemplo. 

No huele como la rosa, 

pero qué largo y duro balbuceo, cuánto fracaso y prehistoria ha sido necesario 

para que la palabra “rosa” pueda florecer en los labios de un hombre. 

La amo mucho más que a la rosa 

Y también te la doy. 



Referencias

  1. Freud, S. (2001). Obras Completas: Sigmund Freud: Volumen 11 (1908): El tabú de la virginidad (J. L. Etcheverry, Trans.). Amorrortu Editores.

  2. Freud, S. (2001). Obras Completas: Sigmund Freud: Volumen 21 (1931): Sobre la sexualidad femenina (J. L. Etcheverry, Trans.). Amorrortu Editores.

  3. Lacan, J. (2006). Seminario X - la Angustia. Ediciones Paidos Iberica.

  4. Barros, M. (2020). La condición femenina. GRAMA.

  5. de Jesús Martínez, J. (1979). Medio siglo de José de Jesús Martínez. ediciones 9 de enero. p. 21.




 

 
 
 

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