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PONENCIA DIGITAL: Tres ensayos, dos palabras y un beso

Escrito por Kira Schroeder


En el espacio de Lectura compartida: sexualidades femeninas del año pasado, comenzamos leyendo el texto de Freud, Tres Ensayos de teoría sexual de 1905. (1) A continuación, les comparto algunas de las reflexiones que nos suscitó esta lectura. 

 

Los ensayos que subvierten la medicina moderna 


Para contextualizar este escrito en la historia del pensamiento humano, vale la pena hacer primero unas puntuaciones foucaultianas. Para eso vamos a puntuar el texto de Helí Morales titulado Freud ante la homosexualidad. (2)  


Hasta inicios del siglo XIX la psiquiatría se ocupaba de los alienados de la razón. Luego, dio un giro significativo al pasar a ocuparse de los anormales, es decir, aquellos alejados de las normas morales. Mientras los alienados podían expresar algo que, aunque distinto a la razón, podía contener un grado de verdad, ahora los anormales y su decir se convirtieron en un elemento disruptor que debía ser administrado por la ciudad. Esta mezcla de medicina, moral, y política hizo que la familia se permitiera pedir a la administración de la ciudad internar al familiar “loco”. Así, el médico no se ocupó del bienestar del paciente anormal, sino de respaldar a la familia frente a un comportamiento alejado de la moral de uno de sus miembros.


Regular la sexualidad, para el bien moral de la familia y la sociedad, a través de un parte médico-psiquiátrico, era una forma de biopolítica o de regulación de los cuerpos sexuados. “Del alienado al peligroso, del loco al monstruo; del demente al anormal” (Morales, H. p. 14) Lo normal sería   desde ese momento lo funcional y lo que se adapta a la moral religiosa; y lo patológico, disfuncional y anormal queda en manos de la medicina. En tanto influenciado por la moral religiosa, lo anormal recoge todo lo condenado por dicha moral, pero convertido en anomalía. Las mujeres posesas, tomadas por el demonio, o las brujas entregadas al goce con el maligno, estarían bajo el dominio de la medicina y su estudio del sistema nervioso; las posesas y las brujas convulsionan por deseo o por goce, y la medicina se ocupará de ese problema. 


A partir de lo anterior es posible comprender que la historia de la psiquiatría es al mismo tiempo una historia de la sexualidad, una historia de las políticas del cuerpo y sus avatares discursivos. Así, cuando nos referimos a sexualidades femeninas entonces, estamos hablando de algo que ocuparía a la ciencia positiva y a la medicina moderna desde sus inicios. Lo que ocurre es una transformación del discurso religioso en discurso médico, y una transformación de las formas de regulación de esos cuerpos. La historia de la psiquiatría hereda de la religión católica la pregunta por la mujer y la sexualidad. Aunque se transforma el vocabulario y contenido religioso, la medicina hereda muchos de sus prejuicios. Si la sexualidad es el origen de las conductas anormales y los desórdenes físicos, la religión, la familia y la psiquiatría se ocuparán de evitar la masturbación, como forma de profilaxis del enfermar sexual. En tanto la masturbación no lleva al fin sexual que la medicina hereda de la religión, es decir la reproducción, su peligrosidad reside en el trastocar de dicha meta supuestamente natural de la sexualidad. El doctor Moritz Schreber fue un claro ejemplo de esta preocupación por una educación que incluyera formas de evitación de la masturbación. El doctor fue el padre del jurista Daniel P. Schreber, de quien Freud escribió en 1911 (Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente) (3) interesado en la posibilidad de aplicar el psicoanálisis a la psicosis. Reconocido como uno de los grandes reformadores de la educación alemana, el doctor Schreber recomendaba que los niños se levantaran de la cama justo al despertar, “que no esté nunca en la cama despierto o medio dormido”, porque estas situaciones podrían generar pensamientos impúdicos. Además, aconsejaba que los niños durmieran en cuartos sin calefacción, y si hubiese poluciones durante la noche, debían bañarse con agua fría. Como prevención y cura de estos “males”, los niños tenían que hacer ejercicios en distintos momentos del día. (10)


Palabras de otros tiempos


Tres ensayos de teoría sexual, puede colocarse en la historia del psicoanálisis como el segundo gran texto Freudiano, después de La interpretación de los sueños. (4) Según Peter Gay (5), Freud comentó a Fliess, uno de sus grandes interlocutores, lo ansioso que se encontraba por sacar a la luz este libro que recogía muchas de sus observaciones clínicas y las discusiones con sus contemporáneos en torno al tema de la sexualidad, sin embargo, titubeaba. En una carta en enero de 1900 le escribe a su amigo: “estoy recolectando para la teoría sexual y esperando a que el material acumulado pueda prender fuego con una chispa apasionada.” (Gay, P. p. 142) A pesar de vacilación inicial, según Gay, Freud llegó a sentirse orgulloso de su posición iconoclasta respecto a la sexualidad.  (Gay, P. p. 143)


En la escritura de sus tres ensayos, Freud se ve dividido entre el discurso médico científico del cual proviene y la subversión que propone con sus reflexiones sobre lo que ve y escucha en la clínica. Dividido también entre querer ser aceptado y validado por la ciencia de su época, y el desarrollo de su teorización que va cuestionando y dando lugar a los fenómenos que esa misma ciencia no considera objetos de estudio legítimos. Según Helí Morales, Freud toma partido, y eso lo podemos ver en las palabras que escoge para utilizar en sus ensayos. “De algún modo, Freud da un giro y la sexualidad será desterritorializada de la lógica de la enfermedad y será pensada como el espacio mismo de la subjetividad humana”. (Morales, H. p. 32)


Una desviación del fin sexual, es una perversión. Freud toma esta palabra utilizada en su contexto histórico para hablar de las desviaciones sexuales, y las describe con minuciosidad, al estilo de una filigrana (8). Conforme avanza en su análisis, evidencia que las desviaciones ocupan un espacio más amplio y más variado, y que el coito con fines reproductivos parece ser más bien la excepción y no la regla. Freud concluye que lo que la psiquiatría considera anormal, es lo más común. Y no contento con eso, toma la palabra perversión y la utiliza para describir a la niñez como perversa polimorfa. Entonces mientras muchos médicos y educadores de su época buscan cómo evitar la masturbación, Freud propone que lo común es que la sexualidad en la niñez sea autoerótica al inicio, y luego indiferente a la meta sexual y al objeto sexual. Quiere decir que la sexualidad para la reproducción es un fin cultural y no natural. Lo normal es la perversión, todo aquello de la sexualidad que excede el fin reproductivo. 


“La opinión popular tiene representaciones bien precisas acerca de la naturaleza y las propiedades de esta pulsión sexual. Faltaría en la infancia, advendría en la época de la pubertad y en conexión con el proceso de maduración que sobreviene en ella, se exteriorizaría en las manifestaciones de atracción irrefrenable que un sexo ejerce sobre el otro, y la meta sería la unión sexual o, al menos, las acciones que apuntan en esa dirección. Pero tenemos pleno fundamento para discernir en esas indicaciones un reflejo o copia muy infiel de la realidad; y si las miramos más de cerca, las vemos plagadas de errores, imprecisiones y conclusiones apresuradas.” (Freud, S. p.123) 


Otra llamativa e importante escogencia de Freud en cuanto a las palabras para escribir su libro sobre la sexualidad, es el uso de la palabra invertido, la cual toma de Havelock Ellis, en lugar de tomar la palabra utilizada por Krafft-Ebing, homosexualidad. Aunque el libro de moda era el de este último pensador, titulado Psychopathia Sexualis, (6) Freud se pone del lado de Havelock Ellis. No es cualquier lado, Ellis abogaba por la despenalización de la homosexualidad en el ámbito jurídico y también cuestionaba que esta condición fuera una enfermedad degenerativa. Esta es una decisión política, se pone del lado de la despatologización y de la despenalización de las personas cuyo objeto sexual es de su mismo género. Desde ese lugar, está también cuestionando las concepciones de la época sobre la inversión y de la sexualidad misma. 


Freud y el beso 


Una de las temáticas que nos llamó la atención por su insistencia en el texto es la comparación que Freud hace entre la pulsión sexual y el hambre. Esta comparación culmina en la descripción que hace del beso: 


 “Además, a uno de esos contactos, el de las dos mucosas labiales, se le ha otorgado en mucho pueblos (entre los que se cuentan los de más alta civilización) un elevado valor sexual, por más que las partes corporales intervinientes no pertenezcan al aparato sexual, sino que constituyen la entrada del tubo digestivo.” (Freud, S. p. 136)


En la novela titulada El viejo que leía novelas de amor (7), Luis Sepúlveda, autor chileno, nos ofrece tres anécdotas que nos ilustran sobre la pregunta de Freud por el beso. El personaje, que se había ido a refugiar en una comunidad de la Amazonía ecuatoriana, se pregunta él mismo por el acto de besar. Está leyendo una novela donde encuentra la siguiente frase: 


“Besar ardorosamente. Besar.” 


Luego nos relata cómo era el besar con su esposa: 


Recordó haber besado muy pocas veces a Dolores Encarnación del

Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo. A lo mejor en una de esas contadas

ocasiones lo hizo así, ardorosamente, como el Paul de la novela, pero sin

saberlo. En todo caso, fueron muy pocos besos porque la mujer, o respondía con

ataques de risa, o señalaba que podía ser pecado.


Luego nos relata qué pasaba con el besar con su pareja de la comunidad amazónica: 


Recién descubrió que lo había hecho muy

pocas veces y nada más que con su mujer, porque entre los shuar besar era una

costumbre desconocida.

No. Los shuar no besaban.


Luego nos relata de una mujer a la que tuvo ocasión de observar y llamó su atención la relación de ella con el beso, 


Recordó también cómo, en una oportunidad, vio a un buscador de oro

tumbando a una jíbara, una pobre mujer que deambulaba entre los colonos y l os

aventureros implorando por un buche de aguardiente. El que tuviera ganas la

arrinconaba y la poseía. La pobre mujer, embrutecida por el alcohol, no se daba

cuenta de lo que hacían con ella. Esa vez, el aventurero la montó sobre la arena

y le buscó la boca con la suya.

La mujer reaccionó como una bestia. Desmontó al hombre, le lanzó un

puñado de arena a los ojos y se largó a vomitar con un asco indisimulable. 

(Sepúlveda, L. p.37)


Freud apunta que el asco es lo que hace considerar una perversión a la situación en que “los labios (lengua) de una persona entran en contacto con los genitales de la otra, mas no cuando ambas ponen en contacto sus mucosas labiales”. (Freud, S. p. 136) Advierte además que el asco por los genitales del otro sexo es una característica de los histéricos, especialmente de las mujeres histéricas. Termina diciendo, “La fuerza de la pulsión sexual gusta de afirmarse venciendo este asco.” (Freud, S. p. 138)


Al introducir el segundo ensayo titulado “aberraciones sexuales” apunta que la biología llama pulsión sexual a la existencia de necesidades sexuales en los seres humanos y en los animales. El hambre sería el equivalente entonces de una pulsión de nutrición. La ciencia se refiere al hambre como libido. “El lenguaje popular carece de una designación equivalente a la palabra “hambre”; la ciencia usa para ello “libido”. (Freud, S. p. 123) En una nota al pie agregada en 1910, comenta que la palabra alemana más precisa sería “lust” que significa placer o gana, pero advierte que esa palabra tiene la dificultad de designar tanto la sensación de la necesidad como la de la satisfacción.


Más adelante compara el hambre y la pulsión sexual al decir: “Comoquiera que sea, arroja luz sobre la naturaleza de la pulsión sexual el hecho de que admita una variación tan grande y semejante rebaja de su objeto – el hambre, aferrada mucho más enérgicamente a su objeto, lo admitirá sólo en un caso extremo-.” (Freud, p. 135)


Insiste en la página siguiente: “La unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el acto que se designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual a la extinción temporaria de la pulsión sexual (satisfacción análoga a la saciedad en el caso del hambre).”  (Freud, S. p. 136)


Así podemos ver como el hambre y la pulsión sexual son los referentes predilectos en ese momento para explicar el deseo, como la llamaremos después con Jacques Lacan. 

En la nota al pie de página 16 dice, “Y bien; esta sobresestimación sexual es lo que apenas tolera la restricción de la meta sexual a la unión de los genitales propiamente dichos y contribuye a elevar quehaceres relativos a otras partes del cuerpo a la condición de metas sexuales”. (Freud, S. p.137) Stratchey hace notar los cambios que hizo Freud al párrafo correspondiente. “Cabe observar, no obstante ello, que la sobrestimación sexual no se despliega a raíz de todos los mecanismos de la elección de objeto, y que más adelante tomaremos conocimiento de otra explicación, más directa, del papel sexual de las otras partes del cuerpo. El factor del hambre de estímulo aducido por Hoche y Bloch para explicar el traspaso del interés sexual a otras partes del cuerpo además de los genitales, no me parece merecer la importancia que ellos le dan. Los diversos caminos por los que migra la libido se comportan desde el comienzo entre sí como vasos comunicantes, y es preciso tener en cuenta el fenómeno de la corriente colateral.”


Es decir, además de hambre de comida, podemos tener hambre de estímulos, y hambres de muy diversos tipos en distintas partes del cuerpo. Podríamos decir que un ávido lector devora libros. Varios colegas argentinos me cuentan que ahora se dice “me la comí” para decir que se ha tenido un encuentro sexual con una mujer. Recordé también que hace unos años decíamos “me apreté con fulanito”, para decir que habíamos acercado con ganas los cuerpos y compartido unos besos. Pero también puedo decir, me apreté unos gallos de salchichón con aguacate. O me compré un apretado de cas (un helado casero colocado en bolsas de plástico y puestos a congelar, se comen abriendo una esquina de la bolsa, y succionando desde ahí los contenidos). 


Ya en el tercer ensayo, La metamorfosis de la pubertad, Freud enuncia este enlace entre pulsión sexual y hambre con todas las letras: 


“Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el pecho materno. [] No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente un reencuentro.” (Freud, S. p. 202)

Proponemos entonces que en ocasiones se altera el orden de los factores, y en la adultez beber y tomar son sustitutos del besar, y todos los anteriores son sustitutos del amor, en el caso del beso con mordisco, de su otra faz, el odio. También podemos decir que los órganos disponibles para el hambre y para el beso, se van ampliando, incluyendo algunas veces al ano, a la vagina, a los ojos, a los oídos. Incluso que los besos pueden ser dados a través de las palabras, como en un poema de la poeta chilena Gabriela Mistral,   


"Besos

 

Hay besos que pronuncian por sí solos

la sentencia de amor condenatoria,

hay besos que se dan con la mirada

hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles

hay besos enigmáticos, sinceros

hay besos que se dan sólo las almas

hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,

hay besos que arrebatan los sentidos,

hay besos misteriosos que han dejado

mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran

una clave que nadie ha descifrado,

hay besos que engendran la tragedia

cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios

que palpitan en íntimos anhelos,

hay besos que en los labios dejan huellas

como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas

por sublimes, ingenuos y por puros,

hay besos traicioneros y cobardes,

hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa

en su rostro de Dios, la felonía,

mientras la Magdalena con sus besos

fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita

el amor, la traición y los dolores,

en las bodas humanas se parecen

a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos

de amorosa pasión ardiente y loca,

tú los conoces bien son besos míos

inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso

llevan los surcos de un amor vedado,

besos de tempestad, salvajes besos

que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;

cubrió tu faz de cárdenos sonrojos

y en los espasmos de emoción terrible,

llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso

te vi celoso imaginando agravios,

te suspendí en mis brazos... vibró un beso,

y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos fríos

son de impasible corazón de roca,

yo te enseñé a besar con besos míos

inventados por mí, para tu boca.” (8)


Referencias

  1. Freud, S. (2001). Obras Completas: Sigmund Freud: Volumen 7 (1905): Tres ensayos de teoría sexual (J. L. Etcheverry, Trans.). Amorrortu Editores.

  2. Morales, H. (2019). Freud ante la homosexualidad. SAMSARA.

  3. Freud, S. (2001). Obras Completas: Sigmund Freud: Volumen 12 (1911-12): Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (J. L. Etcheverry, Trans.). Amorrortu Editores.

  4. Freud, S. (2001). Obras Completas: Sigmund Freud: Volumen 5 (1900-01): La Interpretacion de los Sueños, Segunda Parte (J. L. Etcheverry, Trans.). Amorrortu Editores.

  5. Gay, P. (1998). Freud: a like for our time. W.W. Norton & Company.

  6. von Krafft-Ebing, R. (1955) Psicopatología Sexual. El Ateneo. 

  7. Sepúlveda, L. (1989). Un viejo que leía novelas de amor. Tusquets Editores.

  8. Dixit María Abrahams. Encuento de Lecturas compartidas: sexualidades femeninas, llevado a cabo en San José, Costa Rica, el 18 de marzo de 2024. 

  9. https://www.poemas-del-alma.com/besos.htm

  10. Schatzman, M (1994) El asesinato del alma la persecución del niño en la familia autoritaria. Siglo veintiuno. 

 
 
 

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