Escrito por JĂ©ssica Millet
Psicoanalista
Consultora en Salud Mental
La Ășltima vez que Sergio la vio llevaba la bata verde que se habĂa comprado 28 años atrĂĄs para su luna de miel. Se despidieron con la promesa de volver al cafĂ© Paris los sĂĄbados por la tarde.
Un llamado a la puerta interrumpe sus recuerdos y Sergio se precipita a abrir para no despertar sospechas. En el corredor hĂșmedo aparece un joven que se disculpa, pues no quedaban carrozas para entierro; al menos habĂa un camiĂłn, le dijo.
Una cosa mĂĄs que se sumaba a la lista de ausentes, pensĂł Sergio, ni familiares, ni homenajes, y ahora sin carro fĂșnebre.
El viento soplĂł la cortina blanca de la sala dejando salir un aroma mezclado de lirios y rosas que acompañaban el ataĂșd sellado para que no se saliera el virus que se llevaba a Julia. En el fondo de la habitaciĂłn, la voz del ministro de salud anuncia las nuevas restricciones sanitarias que rigen para el mes de mayo. MarĂa frente al tele permanecĂa aferrada al rosario que su madre, en vida, le dejĂł para que elevara sus plegarias.
La pandemia excediĂł la civilizaciĂłn.
Los ritos fĂșnebres datan en la humanidad desde hace 50.000 años como una marca de la conciencia de muerte. Freud nos advierte que no hay conciencia de nuestra propia muerte, pero sĂ podemos tener una idea de ella por la muerte del otro. Los ritos fĂșnebres, son fundamentalmente para despedirnos de nuestros tiempos con otros, para dar testimonio de ese tiempo tras el silencio que deja la muerte perturbando la vida.
AsĂ, los ritos nos vuelven a juntar con amigos, parientes y desconocidos por el amor y la ausencia de quien se va. Compartimos eso, aunque el dolor que experimenta el cuerpo o el alma es Ășnico.
Entonces nos abrazamos en silencio con los cuerpos, con las miradas, o solamente estando al lado, cerquita para darnos calor. Y nos vemos por 7 dĂas a hacer la âshiveâ como enseña la tradiciĂłn judĂa, rezando dos veces al dĂa, recibiendo a los amigos y no tan amigos para hablar del ausente o de polĂtica o football, para acompañarnos. TambiĂ©n hay otros que hacemos novenarios y comemos biscochos con cafĂ© para la vela. Los hay que preferimos una religiĂłn propia y lanzamos flores en una barca con las fotos de nuestro ser querido; pero siempre con otros, con los otros que nos acuerpan el dolor de la vida.
Los rituales con otros nos permiten poner palabras para exorcizar el silencio de la muerte aunque se cuele con aroma de lirios y rosas.
La pandemia nos exige reinventar los ritos para despedirnos, otras formas, como un paseo al aire libre con sana distancia para esparcir cenizas, un entierro en el bosque, una vela clandestina en el vecindario, y aunque sea con pocos, los otros que acompañan nos permiten, como decĂa en vida mi querida amiga MarĂa JosĂ©, âhacer del silencio palabrasâ.
La caĂda del padre no es derecho sobre el hijo, su decisiĂłn y amor? En lo que se refiere al derecho de familia y Francia!!!!
Que descripciĂłn mĂĄs grĂĄfica de lo duro que es este pago en estos tiempos de pandemia y la verdadera raya que nos hace!!
¥Qué bonito! Me gustó mucho el escrito.
Saludos.
Con referencia en Armand Marlett, e incluso lo que supone a los esfuerzos UNOPS y en relaciĂłn a lo que tambiĂ©n significĂł una nueva forma de sintoĂsmo japonĂ©s.... FELIZ DĂa de la Familia, y ademĂĄs en lo que corresponde al fin histĂłrico y utĂłpica. Gracias!