Escrito Por Isabel Garbanzo
Hace algunos años al recibir alguna solicitud para dar terapia vía Skype, de inmediato la refería a un colega que si atendiera pacientes en línea. Para mí, la atención a pacientes se daba en el espacio del consultorio. Eso experimentó un giro gracias a la pandemia. Para cuando se restringió la movilidad acordé con los pacientes dar un tiempo prudencial antes de retomar las sesiones en el consultorio y sólo en casos de urgencia atendía por Zoom.
En ese lapso de “espera” recibí un mensaje de un paciente que quería atención presencial y me encontré respondiendo exactamente lo opuesto a algunos años atrás… que sólo estaba atendiendo en línea. Pensé cómo en la vida nada es para siempre, el cambio es la norma y cómo el psicoanálisis tampoco es estático, con el pasar de los años, se ha ido adaptando a los cambios de la época.
El psicoanálisis, creado por Freud a finales del siglo XIX en Viena, y su descubrimiento del inconsciente, la transferencia, el método de asociar libremente, permiten dar cabida, escucha y soporte al deseo y al sufrimiento de los pacientes. Es un trabajo que requiere de tiempo, del encuentro y la interlocución con el otro, y el poder hacerse cargo del decir del paciente.
La nuestra, es una época mediada por la tecnología y el psicoanálisis no escapa a esa realidad. La terapia en línea ofrece a muchas personas una opción difícil de encontrar en el mundo de lo digital y es la posibilidad de ahí, sentirse y saberse escuchado. De la mano con la formación continua, la supervisión y el propio análisis, el terapeuta está claro que para atender en línea es necesario hacerlo en un contexto de privacidad y confidencialidad, en un espacio que habilite la asociación libre y la atención flotante como ejes fundamentales de su práctica.
Pasar del consultorio físico al consultorio en línea mediante un aparato electrónico, sea éste una tablet, una computadora o un teléfono celular, implica una serie de ajustes al dispositivo de atención. Uno de los más relevantes es establecer las condiciones tecnológicas y “un encuadre virtual” que permita a ambos, consultante y terapeuta establecer bajo qué términos y condiciones se llevará a cabo el tratamiento.
Tanto la atención presencial como la que se brinda en línea valora pilares psicoanalíticos fundamentales como lo son un encuadre previamente establecido, una postura no directiva por parte del terapeuta, la consigna básica de decir todo lo que le pase por la mente y no omitir algo por parecerle desagradable, asociar libremente, analizar las resistencias, los sueños, la transferencia y la contratransferencia, la interpretación y cómo ésta es recibida por el consultante. Sin embargo, la modalidad de atención en línea no está exenta de controversia, algunos nos hemos adaptado a esta nueva manera sin mucho problema y nos enfocamos en que lo primordial es dar una opción de atención a quien sufre y necesita de atención profesional. Es una nueva modalidad de atención. Hay colegas que difieren y argumentan que para una sesión de terapia es necesaria la presencia corporal de terapeuta y consultante. Podría decirse que en algunos casos la resistencia la planteamos los mismos profesionales de la salud mental y no tanto los pacientes. Dado lo anterior, la investigación y la práctica clínica son fundamentales para explorar más acerca de los alcances y limitaciones de la atención en línea. Hoy en día, las experiencias de otros colegas y lo que se puede leer al respecto de esta nueva modalidad de atención, da cuenta que el consultorio virtual tiene un gran alcance y representa una opción alternativa de atención terapéutica para muchas personas que buscan un espacio donde ser escuchados, donde se contenga y albergue su sufrimiento.
Siempre, pero especialmente en tiempos de pandemia, estamos llamados a ser empáticos, solidarios, creativos. Tenemos la posibilidad de acceder a los recursos que hoy nos brinda la tecnología para escuchar, contener y sostener el sufrimiento de quienes, en medio de una pandemia, así nos lo solicitan.
